En los estadios de El Salvador cuando se disputan partidos de fútbol ya sea a nivel profesional o amateur hay una frase ofensiva que gritan algunos aficcionados cuando no les gusta el arbitraje: “¡Árbitro sos más barato que una puta! Al expresarla quieren dejar en evidencia que al réferi se le ha pagado para que favorezca al otro equipo y “es un árbitro comprado”.
En España se hizo viral hace ya un tiempo un video publicado por el periódico español, El Pais, donde se mostraba a un grupo de aficionados de fútbol en Galapagar, Comunidad de Madrid, gritar a una árbitra: “Qué zorra eres, puta…puta…puta…” para mostrar que estaban descontentos por las deciciones tomadas durante el partido.
Esta lamentable misoginia y violencia lingüística en boca de ciertos “aficionados” al fútbol se usa para criticar y hacer evidente que un árbitro puede ser sobornado.
Y al leer los cientos de noticias que circulan en el Internet sobre el escándalo de que el FC Barcelona pagó siete millones de euros desde el año 2001 al vicepresidente de los árbitros Enríquez Negreira por asesorías verbales e informes sobre colegiados, surgen dudas.
¿Por qué razón un mal arbitraje se asocia a soborno por parte de algunos aficionados?
También muchos equipos y jugadores cuestionan y critican el trabajo del arbitro ante los medios de comunicación.
¿Por qué si son los malos de la películas no se busca una manera más profesional de fiscalizar su trabajo más allá de los dimes y diretes de la aficción y jugadores?
¿Qué honestos o deshonestos pueden ser los arbitrajes? ¿Qué medidas o mecanismo podrían implementar las federaciones de fútbol, las Ligas y los equipos de cada país? Para evitar posibles amaños en los arbitrajes de partidos.
Una de las primeras acciones es que las comisiones de arbitraje deberían ser auditadas de forma independiente por las federaciones, los equipos y las directivas de las ligas para conocer sus ingresos e egresos, y también debería ser obligatorio que cada año para ejercer como réferi se presente una declaración de patrimonio e intereses. Al ser auditadas por tres entes diferentes se tendría un control más efectivo de los movimientos económicos de estas instituciones.
Otra podría ser que las ligas y las federaciones de fútbol deberían contar con un equipo técnico independiente para evaluar el arbitraje en cada partido.
Una tercera medida podría ser que los clubes, las federaciones de fútbol, las ligas y las comisiones de arbitraje deberían tener en sus sitios web un espacio exclusivo para mostrar estadísticas sobre el arbitraje de cada partido. Con lo cual se llevaría un récord y estas cifras se harían públicas. Quedarían bajo el escrutinio de los interesados en saber cómo estuvo el trabajo del colegiado.
En los periódicos, las radios y los programas de televisión de deportes; la mayoría de veces los periodistas hacen un recuento de faltas a favor o en contra, tarjetas amarillas, expulsiones o penalties cobrados ¿Por qué solo la prensa hace pública estas estadísticas?
Y ¿que pasaría si cada año la federaciones de fútbol y directivas de la Liga asignaran un asesor de arbitraje a cada equipo de forma aleatoria? Quizá dirá quien lee este artículo pues ese el caso del Barcelona “haber pagado por asesorías”, pero ¿qué pasaría si estas “tutorías o asesorías” se hicieran de forma oficial y públicas? ¿Por qué no crear mecanismos que regulen esta práctica y la oficialice?